martes, 12 de noviembre de 2019

Sobre carnes, no de gustos

No hay momento más lindo en un grupo cuando se organiza el asado, comienzan las ilusiones,
la ansiedad, quienes van, quienes van a faltar y el armado del menú.
A veces se distribuyen las micro actividades que comprenden el acto de forma arbitraria, otras tantas en
base a las capacidades del actor. Y siempre está el que se queja, que no le gusta lavar la lechuga o que
no se quiere ensuciar con carbón. El que no sabe como poner los cubiertos o que se olvida el hielo y el
pan y hay que salir cagando a comprar con todas las panaderías cerradas.
Y ahí es cuando entra en juego la personalidad del dueño de la casa, delega y nadie cuestiona, se
retuercen de bronca porque a uno le tocó llevar 2 botellas de vino y el cuestionado, tuvo que parar en
una estación de servicio a comprar la bolsa de hielo o, peor aún, caminar las últimas 5 cuadras con los
dedos congelados de cargarla.
y aquí se presenta un dilema que desata varios más, pero para empezar:
El inicio del fuego, hay asadores que necesitan de la compañía total de sus camaradas, como yo, por
ejemplo, y otros que prenden el fuego cuando llegan del laburo como para ir adelantando, entonces van
llegando los comensales y la cosa va sola. Distinto es el caso, como el mío, repito, donde la compañía
del equipo se hace fundamental para el desarrollo del evento. Un truco, un vino, un aperitivo y esa
charla gustosa mientras el asador va atizando el fuego, girando las carnes, haciendo su juego.
Ya superado ese dilema inicial, pasamos al siguiente, la opinión de los columnistas del asado. Hay
parrilleros que escuchan y hacen caso y otros que se, literalmente, cagan en la opinión de los demás,
nuevamente yo. Sinceramente, me recontra chupa un huevo si me dicen que le falta fuego al chinchulín
o que ponga de costado la costilla para que se cocine más rápido. El asado lo hago yo, si vos haces el
asado hacelo como se te cantan las pelotas, pero a mi dejame tranquilo.
Claro que si la opinión del columnista de turno es crucial, probablemente le de bola, la justa, como para
que vea que presto atención pero no hago lo que me dicen. Ahí está la clave de la autoridad de cada
uno.
Eso de andar complaciendo deseos no es lo mío, y menos que me digan como hacer mejor algo. 
Además, la costilla nunca se pone de costado, si querés comer costilla tenés que tener paciencia, el
asado no se inventó para hacerse en 40 minutos. el que inventó el asado lo hizo para compartir un
momento, para comer algo rico, y antaño para contar lo que pasaba y hasta para que la gente se
empiece a comunicar, claro que antes no era asado, era un fuego comunal cuasi rituálico donde la gente
cocinaba el alimento familiar y consecuentemente, sociabilizaba.
Esto es lo mismo, es un ritual de amigos o familiares o lo que sea donde charlan amenamente sobre lo
que se les canta las guindas un rato. Pero la costilla va del lado del hueso y hay que esperar. No te digo
que la calientes con el calor de tus manos en 14 horas, pero sí que aguantes, los mejores asados tardan
gracias a la paciencia del asador.
porque claro, el tipo va a comer a una parrilla “al asador” te dice, y el pobre mulo sin cejas ya del calor
que hace ahí está hace 6 horas metiendo leños y te dicen que comió un asado bárbaro, ´hay que ir más
seguido´ hasta te llega a decir, pero después te hace el asado y pone 5 pedazos de tirita que las cocina
en 15 minutos y encima te pregunta si lo querés seco o jugoso.

No, un asado no es cosa de todos los días, al menos para nosotros que somos seres de ciudad, que
vemos un patio con parrilla y ya somos todos amigos.

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